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Tiene el exquisito acabado propio de una berlina de representación. Sin embargo, el componente deportivo y su forma de enfrentarse al asfalto le dan ese toque especial que hace de él un modelo singular.
Maserati es una marca que desde sus inicios ha estado involucrada en la competición y esos genes no se pueden obviar así como así.
Por ello, cuando en 1963 se presentó el Quattroporte, el primer gran turismo de lujo de este fabricante, los responsables de la compañía presumieron de tener la berlina más rápida del mundo.
Desde entonces la firma italiana ha pasado por diferentes vicisitudes, pero ni en los peores momentos de crisis se desvió un ápice de la trayectoria que tanta fama le dio en las pistas, poniendo siempre en el mercado coches con unas cualidades dinámicas ligadas inevitablemente a su esencia deportiva.
La primera versión del Quattroporte, que dos años después de su lanzamiento recibió la variante automática, estuvo a la venta hasta 1971.
Después, le han seguido dos generaciones más, con intervalos de tiempo entre ellas en las que se dejaba de producir este vehículo situado en la cima de la gama Maserati, hasta que en 2003 llegó el turno del actual Quattroporte, el cuarto de la saga.
El diseño de este automóvil volvía a salir de los lápices de Pininfarina, autor también del segundo, y durante tres años se ha vendido únicamente con un tipo de acabado y una caja de cambios manual pilotada, es decir, con un embrague que el conductor no tiene que accionar, pues es la electrónica quien realiza esa tarea de forma muy eficaz.
Ya en el pasado ejercicio se sumaron dos nuevas variantes de equipamiento a la familia, una denominada Executive GT y otra Sport GT, que resaltan el lujo y la deportividad,
respectivamente, para ahora completar la oferta con un vehículo dotado de cambio automático.
La transmisión está hecha por el prestigioso especialista ZF, aunque en el desarrollo se han involucrado los ingenieros de Maserati, con el fin de alcanzar una puesta a punto acorde al espíritu del constructor de Módena.
Por supuesto, no podían faltar la suavidad, el confort y un silencio de marcha encomiables, pero con la premisa deno perder nada del carácter deportivo que conforma la singularidad de este coche.
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